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A 71 años del premio Nobel de Literatura a Gabriela Mistral

“El 15 de noviembre de 1945, Petrópolis, Brasil. Gabriela Mistral escuchaba por la radio las noticias de Palestina, sola en una habitación del hotel donde se alojaba. Entonces la emisora hizo una breve pausa y anunció la decisión de la Academia Sueca. El Premio Nobel de Literatura era suyo. “Caí de rodillas frente al crucifijo que siempre me acompaña y bañada en lágrimas oré: ¡‘Jesucristo, haz merecedora de tan alto lauro a esta tu humilde hija’!”, escribió la entonces cónsul en Brasil sobre aquel momento.

Recién al día siguiente la notificación se hizo oficial a través de un telegrama que llegó de Europa. “La Academia Sueca  ha decretado para darle el Premio la Orden del Nobel. La invitamos a participar a la ceremonia el día 10 de diciembre. Esperamos su aceptación”, versaba la misiva a la cual la poetisa contestó: “Muy agradecida. Profundamente honrada agradezco a esta Academia. Feliz voy a vuestra patria que siempre admiré y quise. Vuestra devota servidora, Gabriela Mistral”.

Un día después de recibido el telegrama comenzó la travesía de Mistral tras el premio. De Petrópolis a Río de Janeiro por tierra, de Rio a Gotemburgo por mar  y desde ahí en tren a Estocolmo. Veintiún días de viaje hasta el Nobel.

Vestida con un impecable vestido largo de terciopelo negro, el 10 de diciembre Mistral recibía de manos del Rey Gustavo V de Suecia el Premio Nobel de Literatura. Lucila Godoy, Gabriela Mistral, se levantó así como la primera figura hispanoamericana en recibir el premio, la quinta mujer en la historia y hasta hoy, la única latinoamericana.”

Fuente: udechile.cl

Busco la imagen de Cristo - Gabriela Mistral

¿De qué quiere usted la imagen?
Preguntó el imaginero:

Tenemos santos de pino,
hay imágenes de yeso.
Mire este Cristo yacente,
madera de puro cedro.
Depende de quién la encarga,
una familia o un templo,
o si el único objetivo
es ponerla en un museo.

Déjeme, pues, que le explique,
lo que de verdad deseo.

Yo necesito una imagen
de Jesús El Galileo,
que refleje su fracaso
intentando un mundo nuevo,
que conmueva las conciencias
y cambie los pensamientos.
Yo no la quiero encerrada
en iglesias y conventos.

Ni en casa de una familia
para presidir sus rezos.
No es para llevarla en andas
cargada por costaleros.
Yo quiero una imagen viva
de un Jesús hombre sufriendo,
que ilumine a quien la mire
el corazón y el cerebro.

Que den ganas de bajarlo
de su cruz y del tormento,
Y quien contemple esa imagen
no quede mirando un muerto,
ni que con ojos de artista
sólo contemple un objeto
ante el que exclame admirado
¡Qué torturado más bello!.

Perdóneme si le digo,
responde el imaginero,
que aquí no hallará seguro
la imagen del Nazareno.

Vaya a buscarla en las calles
entre las gentes sin techo,
en hospicios y hospitales
donde haya gente muriendo.
En los centros de acogida
en que abandonan a viejos,
en el pueblo marginado,
entre los niños hambrientos,
en mujeres maltratadas,
en personas sin empleo.

Pero la imagen de Cristo
no la busque en los museos,
no la busque en las estatuas,
en los altares y templos.

Ni siga en las procesiones
los pasos del Nazareno.
No la busque de madera,
de bronce de piedra o yeso,
¡mejor busque entre los pobres
su imagen de carne y hueso!